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Matriz de Intercambio Mundial e Interfaz Kinética

Lyrics of Damnation

Plata Pura

Plata Pura Durante los últimos cuarenta años, el planeta de Aexe Cardinal se ha visto desgarrado por una cruenta guerra civil entre la Alianza Aexegeriana y la República de Shadik. Se trata de un conflicto estancado desde hace ya décadas, que se ha convertido en una sangría de hombres, equipamiento y moral que no avanza en absoluto. Luchando con técnicas y armas antiguas, las tropas aexegerianas se verán respaldadas por la Guardia Imperial, en un intento de derrotar a la República de Shadik, quien se ha aliado con el archienemigo de la Humanidad para apoderarse del planeta en nombre del Pacto Sangriento. Las líneas de suministro del Señor de la Guerra Macaroth pueden verse seriamente afectadas si el planeta cae bajo el yugo del Caos.

En este contexto, Ibram Gaunt y sus hombres del Primero y Único de Tanith se ven inmersos en una situación inmovilista e inmovilizada, donde sus innovaciones en el campo estratégico chocan frontalmente con las costumbres arraigadas de los aexegerianos y sus propias ideas de cómo hacer la guerra. Enfrentados a la incompetencia del estado mayor de Aexegaria, y a sus propios problemas internos, Gaunt observa impotente cómo sus hombres son destinados al frente, en lo que entiende como un absoluto desperdicio de sus cualidades de infiltración. Desafiando al Alto Mando, Gaunt recibe un ultimátum. Sus peticiones serán consideradas, pero deberá tomar una decisión vital: ha de enviar a la mitad de sus tropas a la línea de frente, a una muerte segura, a condición de que le permitan infiltrarse en las líneas enemigas con un reducido grupo de hombres, en un intento de destruir las nuevas armas de artillería de la República de Shadik, que amenazan con desequilibrar la balanza del lado del archienemigo y están causando estragos entre las líneas lealistas.

Como siempre, Abnett realiza un retrato excepcional y brillante de la guerra de trincheras, mostrando la suciedad, desesperación, dolor y furia contenidas en el conflicto. Pese a haber sido enviados como refuerzo, la Guardia Imperial es tratada como una intrusión no deseada y despreciada por los soldados que, durante toda su vida, no han conocido otra cosa que la guerra. Por si fuera poco, el autor retrata, con absoluta maestría, el desprecio con el que el Alto Mando aexegeriano envía a la muerte a miles de soldados, simplemente por el placer de detentar el poder absoluto y poder fanfarronear en cenas de gala.

La historia avanza de forma uniforme hasta más o menos la mitad de la novela, momento en el que la acción pasa a dividirse en dos argumentos claramente diferenciados. Por un lado, Gaunt y sus mejores expertos en infiltración, que lograr abrirse paso a través de un túnel secreto de la República hasta sus mismísimas narices, escabulléndose en sus trincheras para intentar destruir sus cañones. Por otro, el resto de los Fantasmas han sido destinados a un bosque, una de esas tierras de nadie en eterna disputa, donde deben encontrar un paso seguro para las tropas de la Alianza. Es en este escenario donde las tensiones personales del regimiento, los odios y envidias, harán acto de presencia, convirtiendo esta subtrama en una deliciosa muestra de cómo descrbir la psicología de personajes bien construidos. Aislados en un viejo caserón derruido, los Fantasmas aprenderán que el peor enemigo no está al otro lado de la pared.

Una novela cruda, dura y sucia; como la guerra que relata. Un retrato de la guerra que obvia cualquier referencia a armamento avanzado, aumentando la sensación de anacronía que el equipamiento aexegeriano insinúa en las primeras páginas. Así, no se encuentran los poderosos tanques imperiales que podemos hallar en otras novelas, ni los escuadrones de Vultures que tantas veces han hendido el aire por encima de las cabezas de los Fantasmas.

Es un escenario enorme, pero antiguo.

Una historia simple, pero aterradora.

La guerra no es hermosa.

Esto es la guerra.